Solo alguien que ha sido reformado y transformado por dentro de una forma tan radical, puede producir la misma medida de impacto en el exterior. Así sucedió en el pasado, con un hombre llamado Saulo y así sucedió en el siglo XVI con Martín Lutero. Ciertamente dichos impactos, sacudieron naciones, trayendo grandes y trascendentes cambios y modificaciones. Todo porque se les reveló el autor original de las Escrituras, que inspiró a los santos hombres de Dios a plasmar en papel las palabras proféticas y revelaciones que recibieron de ÉL. (1 Pedro 1:11) (2 Pedro 1:21) (2 Timoteo 3:16)
Luego de todos los cambios y modificaciones que se aplicaron a causa de los hechos y acontecimientos ya mencionados, se fueron levantando varios ministros” que predicaban y enseñaban conformen al fundamento puesto por Lutero a muchas personas (personas que la gran mayoría tenían su primer contacto con las Escrituras), ministros que se fueron desparramando por distintas partes del continente europeo y demás continentes del hemisferio oriental. Recuerden que no había pasado mucho tiempo en donde Colón había descubierto “América”.
Estos ministros que iniciaron y comenzaron a predicar y enseñar conforme al fundamento puesto por Lutero, recibieron muchas personas que se añadían a la familia de la Fe, naciendo así el término “Protestante”, usado por líderes de alta estima católicos y no católicos, para identificar aquellos que se apartaron del catolicismo.
Al pasar el tiempo, se fueron levantando más y más ministros, que en algún punto en base a sus propias búsquedas personales, comenzaron a edificar y construir sobre el fundamento ya puesto. La gran mayoría de ellos, llegando a conclusiones basadas en su propia razón, lógica e intelecto humano (INTERPRETACIÓN PRIVADA). Es en este punto en donde aparecen diferencias en las enseñanzas de los ministros que predicaban y enseñaban. Las diferencias se profundizaron e intensificaron de tal manera que al pasar los años, décadas y siglos, fueron apareciendo distintas ramas del cristianismo, lo que hoy se conoce como “Denominaciones”.
Es en este contexto en donde se fueron dando las diversas divisiones en el cristianismo, que hasta ha llegado a ser muy tóxico y nocivo para el cuerpo de Cristo, provocando muchos pleitos y contiendas.
¿Acaso está divido Cristo? (1 Corintios 1:13) Por supuesto que NO.
En (1 Pedro 1:11) nos muestra que el espíritu de la profecía es considerado también como el Espíritu de Cristo, con el cual los profetas profetizaron y (2 Pedro 1:19) nos señala a las Escrituras como palabra profética.
Quiere decir que el encargado de revelar a y de Cristo por medio de las Escrituras es un espíritu, cuyo mover y fluidez sigue vigente hoy.
Si el autor original de las Escrituras es un espíritu, entonces necesitamos de ese mismo espíritu para poder llegar a certezas y convicciones (Fe) correctas en nuestro interior, en nuestro corazón, dejando que nos vaya alumbrando, iluminando y revelando a y de Cristo cada vez más.